En el Perú, la incorporación de las competencias en el currículo no es reciente. Ya en los últimos años de la década de 1990, específicamente, a partir de 1997, cuando se lanza la Nueva Estructura del Sistema Educativo Peruano, se empieza a cuestionar la formación enciclopedista de los estudiantes y, según el informe “Desarrollo de la Educación” presentado por el Ministerio de Educación del Perú (en adelante, Minedu) a la Unesco, con motivo de la Conferencia Internacional de Ginebra del 2001, se aspira “pasar de un modelo educativo basado en la enseñanza a otro basado en el aprendizaje adecuado a una sociedad como la actual en la que abunda la información y en la que se producen cambios a un ritmo antes no experimentado y en todos los ámbitos de la vida de las personas” (Unesco, 2001). (…)
Es importante resaltar que, desde ese entonces, ya se tenía una idea clara de que la competencia era más que un desempeño eficaz y que tenía que estar regulada por principios y valores del entorno, por eso se planteaba que “el sistema educativo enfatice un desarrollo de competencias que supongan no solo un actuar eficaz sino también un actuar ético, basado en valores y actitudes positivas, como la tolerancia, el respeto y la responsabilidad” (Unesco, 2001). Así se esperaba lograr la formación de ciudadanos que contribuyan al desarrollo económico y científico del país, pero también a la vida democrática y a la convivencia pacífica.
En la misma perspectiva, el equipo técnico que elaboró el perfil del diseño curricular del Plan Piloto de Bachillerato (que formaba parte de la Nueva Estructura del Sistema Educativo Peruano, 1997) “introdujo el enfoque de formación por competencias y transformó en esa línea los diseños curriculares” (Minedu, 2001). En el bachillerato peruano, la incorporación de competencias fue gradual: durante los dos primeros años “se desarrolla un proceso de sustitución de un currículo por objetivos, centrado en la transmisión de contenidos conceptuales a otro currículo por competencias que permite desarrollar los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales en un todo articulado y coherente” (Minedu, 2001). (…)
En la primera década del 2000 se suceden y coexisten varias propuestas curriculares. En
todas ellas hay un denominador común: la inclusión de las competencias, como respuesta a la enseñanza tradicional. Por ejemplo, en el Diseño Curricular Básico de Educación Secundaria de Menores – Propuesta curricular experimental, publicada el 2001, se alerta sobre la existencia de un escenario donde impera “una pedagogía frontal centrada en la transmisión de conocimientos, de la memoria mecánica y del libro texto” (Minedu, 2001b). En el mismo documento se indica que “El desarrollo de destrezas y habilidades más reforzadas se reduce a escuchar y copiar” y que la “preocupación principal de los profesores es el desarrollo total de la temática de las programaciones curriculares, lo cual casi nunca logran”. Ante esta situación, se propone un cambio en la concepción educativa que implique pasar de una “educación centrada en el docente y en la enseñanza” a “una educación centrada en el alumno y en el aprendizaje”. Por lo tanto, se decide definir las intenciones educativas en términos de competencias, las que son entendidas como “el logro de aprendizajes que se sustenta en el desarrollo de capacidades y actitudes. Es un saber actuar con eficacia y con ética del sujeto que aprende, a nivel personal, social y laboral, en los diferentes medios donde actúa”.
El año 2002, se publica el Diseño Curricular Básico de Educación Secundaria de Menores, en el que se continúa con la intención de desarrollar competencias, cuya definición sufre algunas modificaciones formales. Ahora es entendida “como el dominio de un sistema complejo de procesos, conocimientos y disposiciones que facilitan un desempeño eficaz y adecuado ante una exigencia de actuación típica dentro de las situaciones propias al ejecutante” (Minedu, 2002). (…). Esta definición y caracterización se mantiene en el Diseño Curricular Básico de Educación Secundaria de Menores (subtitulado: Nueva secundaria con planes curriculares existentes con mejoras sustanciales) del 2003, aunque surge una discusión sobre si las competencias se desarrollan desde todas las áreas curriculares o solo desde algunas. Esto da lugar, ese mismo año, al “Currículo en construcción”, liderado por el doctor Wálter Peñaloza, en el que se sustentaba que solo algunas áreas desarrollaban competencias y que las demás desarrollaban conocimientos o vivencias valorativas. Lo bueno fue que ambas propuestas coincidían en que las competencias estaban asociadas necesariamente a un desempeño idóneo y que este debería ser demostrado en situaciones prácticas.
Sin embargo, el año 2004, con la publicación del Diseño Curricular Básico de Educación
Secundaria, se deja de explicitar la incorporación de competencias (…), pues el currículo estaba organizado en capacidades fundamentales, capacidades de área y capacidades específicas. Esto no significaba el abandono de las competencias, pues desde las áreas curriculares se explicaba que el desarrollo de las capacidades, debidamente articuladas con los contenidos y las actitudes, apuntaba al desarrollo de competencias. Esta forma de organizar el currículo solo se produjo en Educación Secundaria. En Primaria se seguía manteniendo la organización por competencias y los tres tipos de contenidos (procedimentales, conceptuales y actitudinales).
Paralelamente a estas experimentaciones, ya en el 2003 se había promulgado la Ley General de Educación 28044, que da origen a la Educación Básica Regular (EBR), con sus tres niveles educativos (Inicial, Primaria y Secundaria). Por lo tanto, surge la necesidad de elaborar un currículo de la EBR articulado entre los tres niveles. Uno de los primeros intentos se realiza el año 2005 con la publicación del Diseño Curricular Nacional de la Educación Básica Regular (subtitulado: En inicio de articulación), en el que se formulan “logros de aprendizaje” por ciclo, que darían origen a las competencias del Diseño
Curricular Nacional vigente desde el 2009. En este documento se vuelve a explicitar la incorporación de las competencias, indicando que estas se “orientan a la formación de estudiantes críticos, creativos, responsables y solidarios, que sepan cuestionar lo que es necesario, conocedores y conscientes de la realidad, de las potencialidades y de los problemas de la misma, de modo de contribuyan con la construcción de una sociedad más equitativa” (Minedu, 2009). (…)
También es importante mencionar que la incorporación de las competencias en el currículo, actualmente, no obedece a las buenas intenciones de quienes elaboran los diseños curriculares, sino que forma parte de una política de Estado, pues el primer resultado del objetivo estratégico 2 del
Proyecto Educativo Nacional al 2021 establece que “En todas las instituciones de educación básica, todos los estudiantes aprenden de manera efectiva y alcanzan las competencias que requieren para desarrollarse como personas, aportar al desarrollo humano del país y a la cohesión social, superando exclusiones y discriminaciones” (CNE, 2007). Este acuerdo nacional, finalmente, se convirtió en el principal referente para la elaboración del Marco Curricular Nacional (que no se llegó a implementar) y del Currículo Nacional de la Educación Básica que se espera generalizar a partir del 2019.
* Texto extraído y adaptado del libro Competencias, capacidades y evaluación. Hacía un Marco Curricular Nacional de Elvis Flores (et al), (2004).
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