El ex Ministro de Educación Idel Vexler acaba de publicar un artículo titulado "El currículo y las competencias de aprendizaje", en el que explica los reajustes que se hicieron en el currículo nacional para impregnar a las competencias de valores y actitudes. Según lo que se expone, se puede deducir que nuevamente la preocupación se concentra en los aspectos formales. ¿Se pretende decir que agregando términos como "valora", "críticamente", "respetuosamente", etc. se asegura el desarrollo de valores y actitudes? Habría que recordar que las competencias de los currículos anteriores ya tenían esta característica y no por ello se aseguró el desarrollo de los aspectos valorativos. La forma como se enuncie una competencia es una convención, se lo puede hacer como largos y tediosos enunciados, que por ser muy descriptivos obvian aspectos importantes de la competencia. También se pueden enunciar de manera general, como en el currículo mexicano, pero eso no hace la diferencia. Lo importante es que los desempeños o los indicadores (que aún no se explica por qué no se utiliza este término y en qué se diferencia de los desempeños) describan con precisión lo que se espera que el estudiante logre en cada competencia en un grado determinado.
Las competencias pueden enunciarse de manera general y hablar, por ejemplo, de producción de textos o de construcción de interpretaciones históricas. Se entiende que tiene que ser un texto de calidad, con cohesión, coherencia, corrección y adecuación; se entiende que la construcción de interpretaciones históricas tiene que ser crítica, pero esto se puede describir en los desempeños o indicadores (dependiendo del término que se use). Y aun cuando este trabajo se haga a la perfección, el verdadero problema no está en el currículo, sino en la forma como se lo implementa y en los sujetos que lo hacen. En lugar de agotar recursos en los retocamientos del currículo, se debería potenciar la formación inicial del profesorado para que tenga una base teórica sólida que le permita entender los enfoques curriculares y los procesos didácticos de las áreas. En conclusión, La mejor inversión está en mejorar la calidad del maestro y no en los reiterados cambios del currículo.
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