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  • Foto del escritorElvis Flores

Una situación muy significativa ¿POR QUÉ AHORA SE PAGA PARA CONTAMINAR EL AMBIENTE?

Casi todas las tardes suelo visitar algún centro comercial para adquirir productos alimenticios, artículos de limpieza o material de escritorio, según sea el caso. Y casi siempre sucede la misma rutina: selección de los productos, traslado a la caja de pago rápido, entrega del efectivo y embolsado de los productos. Debo confesar que, hasta entonces, no llevaba bolsa alguna, pues todo me lo daban en el centro comercial y ¡gratis!, que era lo más importante. Ahora sigo sin llevar, pero cuando la despensera me pregunta si deseo alguna bolsa por la que debo pagar algunos céntimos, le respondo con un rotundo ¡NO!


Todo iba bien. Entendía con claridad que era necesario contribuir con el cuidado del

ambiente y que, en lo posible, deberíamos evitar el uso de plásticos. Comprendía, además, que, para desalentar este consumo, estaba bien que se pagara por cada bolsa utilizada. Sin embargo, ante mi perplejidad, comprobaba cada día que la gente seguía utilizando bolsas de plástico, aunque pagara algunos céntimos de más. Al parecer, la estrategia no estaba funcionando. Quizá uno o dos evitaban comprarlas, pero la mayoría seguía pagando por ellas, y creo que seguirán haciéndolo, aunque se incremente el costo, porque el problema no está en el bolsillo de los consumidores, sino fundamentalmente en su cabeza.

Sin embargo, esta tarde sucedió algo singular. Mientras esperaba mi turno para pagar, escuché en la caja de al lado una voz algo alterada. Era una señora, ya entrada en años, de una apariencia muy particular, quien le reclamaba al despensero por el costo de las bolsas de plástico. “¿O sea que tengo que pagar?”, escuché decir. El joven que la atendía intentó argumentar: “Sí, lo que pasa es que las bolsas de plástico contaminan el ambiente, por eso ya no las regalamos, sino las vendemos”. “Y, ¿por qué ahora se paga para contaminar el ambiente?, ¿por qué mejor no prohibieron que se usen esas bolsas y punto? ¡Qué desgracia! ¡Se enriquecen con el costo de las bolsas con el pretexto de cuidar el ambiente!”.


Las palabras de esa dama me dejaron absorto. Hasta entonces no había pensado en ese detalle. ¿Se está dando el mensaje de que es permitido contaminar el ambiente mientras se pague por ello?, ¿por qué no se prohibió sencillamente que las empresas o negocios expendan bolas de plástico?, ¿cuántos miles de soles se recaudan diariamente por la venta de esas bolsas?, ¿cuál es el destino de ese dinero y en qué se lo piensa utilizar? Estas y otras preguntas fueron dando vuelta en mi cabeza y siempre tenía más dudas que certezas. Entonces empecé a averiguar con personas más enteradas que yo en el asunto, busqué información en internet, indagué sobre experiencias en otros países, y vaya que se me encendió el foquito: ¿por qué no utilizar esta situación como una oportunidad de aprendizaje en la escuela?


Claro que se puede. Esas son las circunstancias o acontecimientos que se tienen que recoger para movilizar los aprendizajes de los estudiantes. Situaciones que susciten la reflexión, el cuestionamiento, la indagación, el manejo de fuentes, la búsqueda de soluciones. Esas son las situaciones retadoras a las que se les ha denominado “significativas”. Un proyecto sobre la experiencia que acabo de exponer permitiría a los estudiantes participar en asuntos públicos, realizar indagación científica, comprender textos de carácter normativo y argumentativo, resolver problemas de gestión de datos, buscar e interpretar fuentes, gestionar responsablemente el ambiente, solo por citar algunas de las competencias previstas en el currículo.


Pero, la clave está en encontrar esas situaciones que realmente sean significativas y que susciten el interés de los estudiantes. Creo que debemos acudir a nuestra condición de observadores, tan venida a menos en los últimos tiempos, para detectar aquella circunstancia que ofrezca la oportunidad de aprender, que sea “potente”, en el lenguaje de ciertos especialistas. A esto se llama desarrollar competencias en situaciones auténticas, que surjan de la vida misma y sirvan para la vida. En esto debemos ejercitarnos, más que en preocuparnos por saber si la situación significativa tiene dos, tres o cuatro elementos o si se debe redactar en presente, pasado o futuro.


Sería bueno si alguno de los maestros que lea este artículo, asumiera el reto de abordar en su aula esta situación y luego compartiera cómo le fue. Así podríamos enriquecer la práctica pedagógica. Los estudiantes podrían recoger datos sobre el porcentaje de personas que pagan o no por las bolsas de plástico, investigar sobre la normativa que regula el uso de los plásticos, indagar sobre el destino del dinero, la institución que lo administra y en qué lo utilizará, buscar información sobre experiencias similares y otras alternativas para el cuidado del ambiente, etc. El reto está lanzado, ojalá pronto haya alguna respuesta.



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